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Ya puede ser el día luminoso
o gris, pero amanece cada día,
y ni la plenitud del mediodía
le da luz a mi rostro; es angustioso.
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Mi día es viejo, es triste, es andrajoso;
mi cuerpo es un desmayo; te diría,
que sólo encierra mi melancolía
hasta que empiezas, hombre, deseoso.
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Por donde empiezas, donde te terminas,
todo mi cuerpo invades, contaminas
cada trozo de mi, cada hondonada.
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Donde terminas, y por donde empiezas,
vas haciendo algodón mis asperezas
y me consume, amor, tu llamarada.
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