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La calle de mi vida
se estrecha cuando llega
al cruce con la tuya.
Está llena de charcos y es tranquila;
apenas pasa nadie.
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Tiene casas de pueblo y amapolas.
Con un cierto regusto madrileño
se eleva un rascacielos de olvidos y de penas.
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Mi casa es simple, cómoda y pequeña.
Está orientada a ti, siempre a tus ojos,
y me sorprende siempre con sus cajas,
tan llenas de pasado.
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Tiene vistas al mar que se me bebe
y en mi balcón se mueren las palomas.
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