Marcel, amado mío:
Cada día te hablo, cada instante;
en cada pensamiento te revivo.
¿A quién mejor que a ti puedo escribirle?
Destinatario sordo de tu nombre.
Mis palabras te tocan y te amo
tan clandestinamente como puedo;
porque sentir tu nombre es dar la vuelta,
es un pinchazo seco de esperanza,
es un comienzo de melancolía.
Porque tocar tus cosas es tocarte,
resucitar momentos;
es recobrar la paz de tu existencia,
es oler a manzana, es tu olor a desierto.
Pero ya no te sueño.
¡Siempre despierta y viva!
¡Siempre contigo!
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