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A ti Miguel, pastor de mis montañas,
porque me trepan todas tus ovejas,
me nacen tus corderos por las cejas
y brotan ríos desde mis pestañas.
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Llevo anidada dentro, en las entrañas,
tu colmena de amor y tus abejas;
y me reparto el frío de tus rejas
y los mordiscos de tus alimañas.
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Miguel, sencillamente, enamorado.
Cuánto duelen tus versos de soldado:
Sabes hablar de amor hasta en la guerra.
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Yo vivo con tus rayos en el pecho
y creo en Dios porque te dio el derecho
de doblegar el cielo ante la tierra.
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