No me fío de ti, ya no me fío
de tu limpia sonrisa de verano,
de tu conocimiento meridiano,
ni de tu corazón grande y bravío.
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Ya no encuentro en tu porte señorío,
ni tolero tu trato cotidiano,
ya no quiero caricias de tu mano
ni palabras de amor. Ya no eres mío.
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Mío era el hombre que, inocentemente,
cantaba una canción, me daba un beso,
me entregaba su amor y su simiente.
-
Pero de todo aquello no ha quedado
nada, ni por mi parte; te confieso
que lo bueno de ti se me ha olvidado.
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